"Las sombras de Squamish" 1er premio en el XVIII Certamen Literario La Aventura de Escribir



LAS SOMBRAS DE SQUAMISH

Diario de Andrik Taylor -12 de Septiembre de 1975
Mañana marcho a Squamish, estoy realmente emocionado por mi traslado. El pueblo queda a poco menos de dos horas desde Vancouver .Tiene unos cinco mil habitantes incluyendo a los aborígenes. El parque de Shannon Falls está muy cerca, no veo el momento de perderme entre sus majestuosos árboles mientras escucho el gorjeo de su cascada. ¡Qué placer será para mí poder instruir a sus gentes! Deseo de todo corazón congeniar con ellos, apreciarlos y que me aprecien. ¡Allá voy Squamish!

Bosque de Shannon Falls (Squamish, Canadá) Noviembre de 1975
Vincent Roy había dejado atrás el sendero que llevaba hasta la cascada y se había adentrado en el bosque. No era difícil perderse entre la multitud de árboles de tronco esbelto que poblaban el parque, pero Vincent sabía internarse en el bosque sin perder la orientación, no era uno de esos forasteros despistados que en ocasiones merodeaban por la zona. Sintió el helor en los lóbulos de sus orejas y deseó que Olivia no tardase. De improviso distinguió una nueva sombra detrás de la suya propia, una sombra amenazante que parecía dispuesta a abalanzarse sobre él. No tuvo tiempo de reaccionar, el contundente golpe en la cabeza lo dejó inconsciente y su cuerpo se desplomó sobre la tierra húmeda como un fardo de heno.
El despertar estuvo acompañado de un intenso dolor en la parte derecha del cráneo. Intentó levantarse pero estaba anclado con correas de cuero a lo que parecía ser un altar de piedra. Su cabeza había sido igualmente encadenada a la piedra, pero a diferencia de su cuerpo que se hallaba tumbado en posición supina, la cabeza estaba girada hacia el lado izquierdo. Percibió el olor a humedad. No tardó en comprender que se hallaba en una cueva. La cavidad estaba únicamente iluminada por las luces que emanaban del fuego de unas antorchas que Vincent tan solo podía intuir. En la pared izquierda, la única que su posición le permitía ver, se proyectaba una enorme sombra con aspecto humano. Vincent se revolvió sobre la fría piedra e intentó sin éxito liberarse de sus cadenas. Su garganta profirió un grito de impotencia. Su mente lo tranquilizó momentáneamente  haciéndolo creer que no se trataba más que de un sueño, de una oscura pesadilla, una representación onírica del mito de la caverna de Platón de la que despertaría en cualquier instante. Pero el engaño se diluyó tan pronto como la sombra alzó su voz, una voz humana distorsionada, una voz de ultratumba:
 — ¿Listo para redimir tus pecados?
Vincent no entendía lo que estaba ocurriendo pero su instinto de supervivencia lo obligó a afirmar con la cabeza acentuando el movimiento lo más que le permitieron las correas.
— Yo te liberaré de la carga, pero antes debes confesar todos tus pecados. Todos. Uno a uno.
Vincent, aturdido, vaciló algunos segundos, incapaz de discernir qué tipo de confesiones le exigía la sombra, pero en mitad de la duda sintió el fuego de una antorcha abrasando su muslo derecho. Emitió un desgarrador alarido de dolor.
— Vamos, Vincent, no tengo todo el día.
Uno a uno, Vincent fue narrando todas las pequeñas faltas y delitos que acudieron a su mente: las mentiras que contaba a sus padres para librarse del colegio, los pequeños hurtos en el supermercado cuando era un adolescente, el chantaje que le hizo a Brandon, el carnicero, cuando descubrió la procedencia real de su carne, la vez que pegó a Jennifer al volver borracho de una fiesta…con cada nuevo pecado la sombra le infringía una nueva tortura. A mitad de la confesión deseó morir con todas sus fuerzas.
Con el último pecado, la sombra se dio por satisfecha:
— Enhorabuena, Vincent. Tus pecados han sido redimidos.
Vincent sintió el frío metálico del cañón de la pistola en su sien derecha. El impacto de la bala en su cerebro fue un alivio jamás imaginado.

Diario de Andrik Taylor -5 de Diciembre de 1975
La gente de Squamish no es ni la mitad de agradable de lo que había imaginado. Son recelosos, reservados y a menudo sombríos. No es fácil entrar en sus círculos, todos parecen impermeables a nuevas amistades. Me siento más solo de lo que me gusta admitir. Aunque en las últimas semanas he tenido la grata compañía de la señora Leblanc. Ha venido a visitarme regularmente y ha traído bagels y jarabe de arce. Conversamos mucho y francamente pienso que es muy afín a mí. Se muestra interesada en mis enseñanzas y empiezo a creer que será una alumna digna. Ciertamente albergo grandes expectativas con la señora Leblanc.


Bosque de Shannon Falls (Squamish, Canadá) Enero de 1976
Olivia no había reunido las fuerzas necesarias para volver a Shannon Falls desde la tarde que Vincent desapareció. Esa tarde funesta ella debía haberse reunido con él como venía siendo costumbre cada jueves desde hacía un mes. Pero cuando llegó a la arboleda donde él solía aguardarla, no lo halló. Lo esperó allí durante al menos una hora, pero viendo que el frío arreciaba y que la noche estaba próxima a suceder, encaminó, profundamente disgustada, sus pasos de regreso al sendero. Varios días después los diarios locales se hicieron eco de su desaparición y ella sintió un nudo en el estómago que no menguó con el transcurrir de los días. Su marido estuvo en varias de las batidas que se hicieron por el bosque para buscar algún rastro del paradero de Vincent, pero ella declinó acompañarlo porque temía que sus emociones afloraran y la delataran. Temía de veras hallar a Vincent, muerto en el peor de los casos, y que el corazón se le partiera delante de todos irremediablemente.
Pero finalmente Olivia había regresado al bosque esa tarde, después de revelar el secreto que la carcomía desde hacía dos meses. Ciertamente fue una buena idea hablarlo y también regresar al bosque, lo necesitaba. Escuchó el crujir de pasos sobre hojas secas, y aunque intentó girarse, tan sólo tuvo tiempo de avistar dos sombras tras de sí, antes de sentir el golpe en la cabeza que la hizo caer.

Extracto de la noticia aparecida en el diario “The province”. Septiembre de 1976
“[…] El número total de desaparecidos en los alrededores de Squamish asciende ya a cinco personas. El empleado de banca Vincent Roy, cuyo rastro se perdió hace ya diez meses, encabeza la lista de estas misteriosas desapariciones, y aunque en principio se relacionó su desaparición con la de Olivia Lee, ocurrida cinco meses después, finalmente la policía descartó esta hipótesis al sumarse tres nuevas personas, sin conexión aparente entre ellas, a esta aciaga lista: Alexandre Wilson, John Malory y Samantha Leblanc. Hasta ahora no se ha encontrado ni una sola pista acerca de su paradero, ni ningún indicio que haga pensar en la muerte de las personas desaparecidas, pero ante tan extraña circunstancia cabe preguntarse, ¿acaso hay un monstruo viviendo entre nosotros?

St. Joseph´s Church, iglesia católica de Squamish. Octubre de 1976
Cory llevaba más de una década sin poner un pie en la iglesia. La muerte de sus padres varios años atrás, consiguió enfadarlo con Dios y  renegar de cualquier fe. Pero en los últimos años las cosas se habían ido poniendo cada vez más feas, él se fue perdiendo a sí mismo en una espiral de autodestrucción y sus actos se asemejaban cada día más a los de un demonio. Cory se detestaba desde hacía tiempo y pensó que ya era hora de parar y enmendar las cosas. Por eso aquella mañana sus pasos lo encaminaron a la iglesia católica de Saint Joseph y lo arrodillaron frente al confesionario.
— Hola Padre. He venido a confesarme.
Una voz afable y tranquilizadora lo saludó, le preguntó el tiempo que llevaba sin confesarse y lo animó a desahogarse. Cory, alentado por la paz y la calma que transmitía el sacerdote, relató sus pecados, muchos y variados, algunos un tanto crueles. Pero el sacerdote no pareció escandalizarse, tan solo le indicó los rezos que necesitaba para la absolución y le dio un último consejo:
— ¿Sabe, hijo? Rezar le ayudará sin duda y lo devolverá a la senda de la cual se ha extraviado. Hágalo donde más a gusto se sienta. Aquí en Squamish hay unos lugares maravillosos para hablar con Dios. Yo le recomendaría pasear por Shannon Falls, por la zona de la arboleda, es un sitio cargado de espiritualidad que le facilitará su nuevo camino hacia la redención. Yo que usted, iría esta misma tarde.
— Gracias Padre, es usted un gran hombre. Seguiré su consejo.
Cory salió de la iglesia aliviado y animado en iguales proporciones, pensando en visitar el bosque esa misma tarde. Fue la última vez que los habitantes de Squamish recordaron haber visto a Cory.

Diario de Andrik Taylor -5 de Diciembre de 1976
Mis días en Squamish han tocado a su fin. Me siento agradecido por las extraordinarias experiencias que aquí he vivido, aunque no puedo evitar mi profunda decepción por sus gentes, incluida la señorita Leblanc, quien si bien comenzó siendo una pupila de gran capacidad en el aprendizaje, acabó poniendo múltiples objeciones a mi trabajo y resultó ser un engorro más que una ayuda. No tuve más remedio que prescindir de ella, en todos los sentidos.

Nota publicada en “La gaceta dominical de Squamish”. Diciembre de 1976
“Nuestro querido reverendo Andrik Taylor abandona su labor como sacerdote de Saint Joseph. Durante este último año nos ha honrado con su cálida presencia y su inestimable trabajo en la comunidad católica de Squamish. Le deseamos toda la suerte del mundo en su nuevo destino”

Diario de Andrik Taylor -10 de Diciembre de 1976
Mañana marcho a Anmore, mi nuevo destino. La impaciencia me domina al imaginarme allí, estoy convencido de que podré hacerle un gran favor a su comunidad. Ojalá sus habitantes sean bondadosos, en cualquier caso haré todo lo que esté en mi mano para ayudarlos con sus pecados. ¡Allá voy Anmore!

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