"Las sombras de Squamish" 1er premio en el XVIII Certamen Literario La Aventura de Escribir
LAS SOMBRAS DE SQUAMISH
Mañana
marcho a Squamish, estoy realmente emocionado por mi traslado. El pueblo queda
a poco menos de dos horas desde Vancouver .Tiene unos cinco mil habitantes
incluyendo a los aborígenes. El parque de Shannon Falls está muy cerca, no veo
el momento de perderme entre sus majestuosos árboles mientras escucho el gorjeo
de su cascada. ¡Qué placer será para mí poder instruir a sus gentes! Deseo de
todo corazón congeniar con ellos, apreciarlos y que me aprecien. ¡Allá voy
Squamish!
Bosque
de Shannon Falls (Squamish, Canadá) Noviembre de 1975
Vincent
Roy había dejado atrás el sendero que llevaba hasta la cascada y se había
adentrado en el bosque. No era difícil perderse entre la multitud de árboles de
tronco esbelto que poblaban el parque, pero Vincent sabía internarse en el
bosque sin perder la orientación, no era uno de esos forasteros despistados que
en ocasiones merodeaban por la zona. Sintió el helor en los lóbulos de sus
orejas y deseó que Olivia no tardase. De improviso distinguió una nueva sombra
detrás de la suya propia, una sombra amenazante que parecía dispuesta a
abalanzarse sobre él. No tuvo tiempo de reaccionar, el contundente golpe en la
cabeza lo dejó inconsciente y su cuerpo se desplomó sobre la tierra húmeda como
un fardo de heno.
El
despertar estuvo acompañado de un intenso dolor en la parte derecha del cráneo.
Intentó levantarse pero estaba anclado con correas de cuero a lo que parecía
ser un altar de piedra. Su cabeza había sido igualmente encadenada a la piedra,
pero a diferencia de su cuerpo que se hallaba tumbado en posición supina, la
cabeza estaba girada hacia el lado izquierdo. Percibió el olor a humedad. No
tardó en comprender que se hallaba en una cueva. La cavidad estaba únicamente
iluminada por las luces que emanaban del fuego de unas antorchas que Vincent
tan solo podía intuir. En la pared izquierda, la única que su posición le
permitía ver, se proyectaba una enorme sombra con aspecto humano. Vincent se
revolvió sobre la fría piedra e intentó sin éxito liberarse de sus cadenas. Su
garganta profirió un grito de impotencia. Su mente lo tranquilizó
momentáneamente haciéndolo creer que no
se trataba más que de un sueño, de una oscura pesadilla, una representación
onírica del mito de la caverna de Platón de la que despertaría en cualquier
instante. Pero el engaño se diluyó tan pronto como la sombra alzó su voz, una
voz humana distorsionada, una voz de ultratumba:
— ¿Listo para redimir tus pecados?
Vincent
no entendía lo que estaba ocurriendo pero su instinto de supervivencia lo obligó
a afirmar con la cabeza acentuando el movimiento lo más que le permitieron las
correas.
—
Yo te liberaré de la carga, pero antes debes confesar todos tus pecados. Todos.
Uno a uno.
Vincent,
aturdido, vaciló algunos segundos, incapaz de discernir qué tipo de confesiones
le exigía la sombra, pero en mitad de la duda sintió el fuego de una antorcha
abrasando su muslo derecho. Emitió un desgarrador alarido de dolor.
—
Vamos, Vincent, no tengo todo el día.
Uno
a uno, Vincent fue narrando todas las pequeñas faltas y delitos que acudieron a
su mente: las mentiras que contaba a sus padres para librarse del colegio, los
pequeños hurtos en el supermercado cuando era un adolescente, el chantaje que
le hizo a Brandon, el carnicero, cuando descubrió la procedencia real de su
carne, la vez que pegó a Jennifer al volver borracho de una fiesta…con cada
nuevo pecado la sombra le infringía una nueva tortura. A mitad de la confesión
deseó morir con todas sus fuerzas.
Con
el último pecado, la sombra se dio por satisfecha:
—
Enhorabuena, Vincent. Tus pecados han sido redimidos.
Vincent
sintió el frío metálico del cañón de la pistola en su sien derecha. El impacto
de la bala en su cerebro fue un alivio jamás imaginado.
Diario
de Andrik Taylor -5 de Diciembre de 1975
La
gente de Squamish no es ni la mitad de agradable de lo que había imaginado. Son
recelosos, reservados y a menudo sombríos. No es fácil entrar en sus círculos,
todos parecen impermeables a nuevas amistades. Me siento más solo de lo que me
gusta admitir. Aunque en las últimas semanas he tenido la grata compañía de la
señora Leblanc. Ha venido a visitarme regularmente y ha traído bagels y jarabe
de arce. Conversamos mucho y francamente pienso que es muy afín a mí. Se
muestra interesada en mis enseñanzas y empiezo a creer que será una alumna
digna. Ciertamente albergo grandes expectativas con la señora Leblanc.
Bosque
de Shannon Falls (Squamish, Canadá) Enero de 1976
Olivia
no había reunido las fuerzas necesarias para volver a Shannon Falls desde la
tarde que Vincent desapareció. Esa tarde funesta ella debía haberse reunido con
él como venía siendo costumbre cada jueves desde hacía un mes. Pero cuando
llegó a la arboleda donde él solía aguardarla, no lo halló. Lo esperó allí
durante al menos una hora, pero viendo que el frío arreciaba y que la noche
estaba próxima a suceder, encaminó, profundamente disgustada, sus pasos de
regreso al sendero. Varios días después los diarios locales se hicieron eco de
su desaparición y ella sintió un nudo en el estómago que no menguó con el
transcurrir de los días. Su marido estuvo en varias de las batidas que se
hicieron por el bosque para buscar algún rastro del paradero de Vincent, pero
ella declinó acompañarlo porque temía que sus emociones afloraran y la
delataran. Temía de veras hallar a Vincent, muerto en el peor de los casos, y
que el corazón se le partiera delante de todos irremediablemente.
Pero
finalmente Olivia había regresado al bosque esa tarde, después de revelar el
secreto que la carcomía desde hacía dos meses. Ciertamente fue una buena idea
hablarlo y también regresar al bosque, lo necesitaba. Escuchó el crujir de
pasos sobre hojas secas, y aunque intentó girarse, tan sólo tuvo tiempo de
avistar dos sombras tras de sí, antes de sentir el golpe en la cabeza que la
hizo caer.
Extracto
de la noticia aparecida en el diario “The province”. Septiembre de 1976
“[…]
El número total de desaparecidos en los alrededores de Squamish asciende ya a
cinco personas. El empleado de banca Vincent Roy, cuyo rastro se perdió hace ya
diez meses, encabeza la lista de estas misteriosas desapariciones, y aunque en
principio se relacionó su desaparición con la de Olivia Lee, ocurrida cinco
meses después, finalmente la policía descartó esta hipótesis al sumarse tres
nuevas personas, sin conexión aparente entre ellas, a esta aciaga lista:
Alexandre Wilson, John Malory y Samantha Leblanc. Hasta ahora no se ha
encontrado ni una sola pista acerca de su paradero, ni ningún indicio que haga
pensar en la muerte de las personas desaparecidas, pero ante tan extraña
circunstancia cabe preguntarse, ¿acaso hay un monstruo viviendo entre nosotros?
St.
Joseph´s Church, iglesia católica de Squamish. Octubre de 1976
Cory
llevaba más de una década sin poner un pie en la iglesia. La muerte de sus
padres varios años atrás, consiguió enfadarlo con Dios y renegar de cualquier fe. Pero en los últimos
años las cosas se habían ido poniendo cada vez más feas, él se fue perdiendo a
sí mismo en una espiral de autodestrucción y sus actos se asemejaban cada día
más a los de un demonio. Cory se detestaba desde hacía tiempo y pensó que ya
era hora de parar y enmendar las cosas. Por eso aquella mañana sus pasos lo
encaminaron a la iglesia católica de Saint Joseph y lo arrodillaron frente al
confesionario.
—
Hola Padre. He venido a confesarme.
Una
voz afable y tranquilizadora lo saludó, le preguntó el tiempo que llevaba sin
confesarse y lo animó a desahogarse. Cory, alentado por la paz y la calma que
transmitía el sacerdote, relató sus pecados, muchos y variados, algunos un
tanto crueles. Pero el sacerdote no pareció escandalizarse, tan solo le indicó
los rezos que necesitaba para la absolución y le dio un último consejo:
—
¿Sabe, hijo? Rezar le ayudará sin duda y lo devolverá a la senda de la cual se
ha extraviado. Hágalo donde más a gusto se sienta. Aquí en Squamish hay unos
lugares maravillosos para hablar con Dios. Yo le recomendaría pasear por
Shannon Falls, por la zona de la arboleda, es un sitio cargado de
espiritualidad que le facilitará su nuevo camino hacia la redención. Yo que
usted, iría esta misma tarde.
—
Gracias Padre, es usted un gran hombre. Seguiré su consejo.
Cory
salió de la iglesia aliviado y animado en iguales proporciones, pensando en
visitar el bosque esa misma tarde. Fue la última vez que los habitantes de
Squamish recordaron haber visto a Cory.
Diario
de Andrik Taylor -5 de Diciembre de 1976
Mis
días en Squamish han tocado a su fin. Me siento agradecido por las
extraordinarias experiencias que aquí he vivido, aunque no puedo evitar mi
profunda decepción por sus gentes, incluida la señorita Leblanc, quien si bien
comenzó siendo una pupila de gran capacidad en el aprendizaje, acabó poniendo
múltiples objeciones a mi trabajo y resultó ser un engorro más que una ayuda.
No tuve más remedio que prescindir de ella, en todos los sentidos.
Nota
publicada en “La gaceta dominical de Squamish”. Diciembre de 1976
“Nuestro
querido reverendo Andrik Taylor abandona su labor como sacerdote de Saint Joseph.
Durante este último año nos ha honrado con su cálida presencia y su inestimable
trabajo en la comunidad católica de Squamish. Le deseamos toda la suerte del mundo
en su nuevo destino”
Diario
de Andrik Taylor -10 de Diciembre de 1976
Mañana
marcho a Anmore, mi nuevo destino. La impaciencia me domina al imaginarme allí,
estoy convencido de que podré hacerle un gran favor a su comunidad. Ojalá sus habitantes
sean bondadosos, en cualquier caso haré todo lo que esté en mi mano para ayudarlos
con sus pecados. ¡Allá voy Anmore!
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