Nerja en invierno
Me gusta Nerja en invierno, cuando es posible pasear por el Balcón casi solitario, con la luz tenue y anaranjada de las farolas que permiten divisar esas tres estrellas que forman una linea recta y que en algunas noches parece formar una flecha,.Tal vez es una forma celestial de señalar que tenemos tirar hacia arriba, que hay que tomar el camino que lleva a lo alto, ¿a lo alto de donde?That´s the question.
Bueno, no quiero despistarme, porque hoy quiero hablar de Nerja y no de hipotéticas flechas estelares.
Me gusta cuando el mar esta enfurecido y le gana terreno a la playa, embiste las rocas y esparce su olor salado en mis fosas nasales.Aspiro profundamente y contengo el aliento al mirar abajo y recordar...Ahí abajo, entre las rocas de la playa, está mi primer beso y también alguno más, que si bien no fue el primero ni el último, fue mágico y maravilloso.Puedo ver un ron a medias con un viejo amor, escucho las risas con amigos que fueron y siguen siendo y otros que sé que volverán a cruzarse en mi camino.Percibo el calor del fuego de alguna moraga ilegal, juegos de palabras, juegos de besos...Sí, sobre todo son recuerdos de besos, ¿acaso no son esos los mejores recuerdos?
Me gusta Nerja en invierno porque emana efluvios de Nerja en verano, de veranos de antaño, cuando mi vida era un episodio eterno de Verano Azul, y de veranos recientes, cuando de vez en cuando mi vida es una reposición de alguno de aquellos episodios.
Sólo la humedad de los meses fríos es apta para la nostalgia, y yo, que soy nostálgica por naturaleza, me enfundo los guantes para pasear a solas por mi pueblo y recordar que soy parte de él y él es parte de mí, que a veces me aburre y me exaspera, pero que yo soy en parte así, porque nací aquí, con sus muchas cosas buenas y sus poquitas cosas malas.
Esta tarde, después de trabajar, me enfundaré una vez más mis guantes y con la banda sonora que me proporcionará el mp3, pasearé bajo el alumbrado navideño, me asomaré al Balcón de Europa, confundiré a Alfonso XXII con algún otro nostálgico y recordaré.
Bueno, no quiero despistarme, porque hoy quiero hablar de Nerja y no de hipotéticas flechas estelares.
Me gusta cuando el mar esta enfurecido y le gana terreno a la playa, embiste las rocas y esparce su olor salado en mis fosas nasales.Aspiro profundamente y contengo el aliento al mirar abajo y recordar...Ahí abajo, entre las rocas de la playa, está mi primer beso y también alguno más, que si bien no fue el primero ni el último, fue mágico y maravilloso.Puedo ver un ron a medias con un viejo amor, escucho las risas con amigos que fueron y siguen siendo y otros que sé que volverán a cruzarse en mi camino.Percibo el calor del fuego de alguna moraga ilegal, juegos de palabras, juegos de besos...Sí, sobre todo son recuerdos de besos, ¿acaso no son esos los mejores recuerdos?
Me gusta Nerja en invierno porque emana efluvios de Nerja en verano, de veranos de antaño, cuando mi vida era un episodio eterno de Verano Azul, y de veranos recientes, cuando de vez en cuando mi vida es una reposición de alguno de aquellos episodios.
Sólo la humedad de los meses fríos es apta para la nostalgia, y yo, que soy nostálgica por naturaleza, me enfundo los guantes para pasear a solas por mi pueblo y recordar que soy parte de él y él es parte de mí, que a veces me aburre y me exaspera, pero que yo soy en parte así, porque nací aquí, con sus muchas cosas buenas y sus poquitas cosas malas.
Esta tarde, después de trabajar, me enfundaré una vez más mis guantes y con la banda sonora que me proporcionará el mp3, pasearé bajo el alumbrado navideño, me asomaré al Balcón de Europa, confundiré a Alfonso XXII con algún otro nostálgico y recordaré.
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