Impertinencias, monstruos y Taylor Swift

 

“All my mornings are Mondays stuck in an endless February” canta en bucle la novia de América en mis oídos un día más, y yo, como ella, pero con menos dinero, me siento atrapada en sus canciones, y yo, como ella, pero menos joven, me encuentro atrapada en un complejo de Peter Pan digno de un psicoanálisis que no llega. “Para escribir hay que ser valiente” dicen los que creen entender, pero la valentía se topa de bruces con una familia preocupada y un pueblo pequeño. Mi madre llamará alarmada después de leerme, mis familiares y amigos creerán que he perdido el poco juicio que arrastraba las últimas semanas y elucubrarán decenas de teorías erróneas sobre el motivo real de mis palabras. ¿Se necesita un motivo para exorcizar los demonios? ¿Es necesario una exposición pública de ellos? ¿Acaso no tiene un diario?
Los cafés compartidos son la terapia más efectiva en las nubes de tormenta y la ebriedad el remedio menos acertado para sobrellevar chaparrones. La escritura es solo mi fórmula para renacer y me disculpo ya ante mis escasos lectores por mi desvarío en pleno ciclo de ovulación. No voy a disculparme en cambio, por no estar tan cuerda como se me presupone y es que al fin y al cabo el mal de muchos alimenta el consuelo de los tontos.
“Sometimes I feel like everybody is a sexy baby

And I'm a monster on the hill
Too big to hang out, slowly lurching toward your favorite city
Pierced through the heart, but never killed.”
Vuelve a entonar la novia de la estrella americana de fútbol y me veo como tal, bajando de la colina con mis maneras torpes de monstruo, esquivando antorchazos con la mano, quemándome en cada intento de salir indemne de la caza de brujas. Pero el tiempo de sentirse la víctima está al fin próximo a terminar y al final del soliloquio se expandirán de nuevo las alas de múltiples colores que tanto fastidian a aquellos que no desean más que la caída de aquel que temen solo por ser diferente. La amabilidad también es una rareza fastidiosa.
“¡Terapia ya!”, será la conclusión tal vez acertada, tal vez apresurada, de muchos de los que han sido pacientes en la lectura. Otros, o tal vez los mismos, me entenderán y se sentirán menos solos en su desencaje social, en su adaptación continua e interminable del mundo alrededor, y es para vosotros este post.
Ahora sí, vuelvo a las viejas costumbres, la de ser una buena chica sureña, que diría aquel, a guardarme las impertinencias en el cofrecito sin llave y a escribir cosas normales que no alarmen a las mentes estrechas.

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