De Loquillo, Tito, Piraña, la Pfizer y otra vez Truman ( sí, el del show)
Que si vaya mierda el concierto de Loquillo, que si no cantó el Cadillac, que menuda cola en el Ayo, que así es imposible coger una parcelita de arena en la playa, que a ver dónde aparco yo ahora, que si lo que ha llovido es barro...ains, la vida local...la misma mierda siempre, el Paraíso tiene un coste: el hartazgo.
Otra vez reponen Verano Azul, ¿han dejado de hacerlo alguna vez? Yo lo veo con mis hijos en RTVE PLAY ( mi hijo me lo pide, a mi hija la obligo), los sábados por la mañana. Mi hijo lo disfruta como yo disfrutaría si pudiera volver a ver Juego de Tronos por primera vez, mi hija finge que no le interesa (tiene la edad de Bea, no veas qué plan) y yo busco entre los figurantes a viejos profesores o a amigos de mis padres, se me desbloquean recuerdos al ver una nevera naranja de playa, reconozco baldosas ya extintas por donde una vez anduve como la niña feliz que fui y se me cae la lagrimilla al recordar el cine de verano.
Cuarenta años después todo ha cambiado, nada ha cambiado. La gente está más loca ahora, creo. Mi amiga piensa que es efecto de la vacuna del COVID, que más allá de embolias y episodios cerebro- vasculares, ha dejado la estabilidad mental para el arrastre. Pero yo difiero, pues conozco gente sin vacunar con mayores trastornos mentales que yo, que tengo dos dosis de Pfizer. ¡Qué suerte no haber sido inyectada con la Astrazéneca! Lo que yo opino, aún sabiendo que a nadie le importa, es que en esta sociedad de usar y tirar, de autosatisfacción inmediata y de carencias afectivas, duele menos gastar el dinero en ácido hialurónico y bótox, que en una hora de terapia con el psicólogo. Aniquilamos los desperfectos del cuerpo en lugar de mitigar las cicatrices, pagamos con alegría bonos de láser para eliminar el vello de las ingles y nos cuesta en cambio, desembolsar la pasta para mitigar las cicatrices del alma.
Pero oye, que no quería yo ponerme transcendental, Dios me libre y Loquillo también, que lo que yo quería era hablar de la vida del pueblo (nada más escribir la frase he tenido que ahogar un bostezo), que no es que sea aburrida, es que es repetitiva. Y ahora ya sí, llegamos al Show de Truman, más que llegar, regreso, pues he visto que en este mismo blog ya publiqué una entrada al respecto en el 2017 (se conoce que ya estaba loca y aún no me había vacunado). Por aquel entonces ya me sentía como si viviera en un escenario de cartón piedra, en una maqueta perfecta que habían diseñado para mí, donde cada hora de cada día se repetía el mismo guion. Solo que entonces lo abordaba con optimismo, pero al parecer la visión positiva de las circunstancias vitales merman con los años. Maldita vacuna.
No lo toméis a mal, que soy muy consciente de que vivo en el Paraíso, de que soy una privilegiada, de que me quejo de vicio, de mi intensa vida social... pero ¿no es más divertido en el fondo que Loquillo no cantara el Cadillac como todos esperaban? Sé que no a juzgar por las críticas ( yo no estuve), pero a veces que algo se salga del guion establecido es tan alentador...
Dice una canción de Maldita Nerea que "si seguimos con el plan establecido, nos cansaremos al ratito de empezar. Probablemente no encontremos el camino, pero nos sobrarán las ganas de volar". Pues eso, chavales, ¿
y qué si no encontramos el camino?
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