XX, lo que envidian las mujeres...
Estamos perdidas. En femenino. Todas andamos perdidas, moviendo muebles para ver si encontramos lo que ya no recordamos que estábamos buscando. A medio camino entre la vida y la muerte, demasiado jóvenes para ser tan viejas. Las más formales, acallando las voces que le susurran que se muevan, que escapen, que salten. Removiendo los garbanzos de la olla, suprimiendo los mensajes de la carpeta de spam, con los ojos perdidos y la sonrisa de marioneta en la tutoría escolar del lunes. Radiofrecuencia, gimnasio, vino, qué buena vida, qué manera tan exquisita de rellenar el vacío. Las más informales, las locas, las que pasean solas con nocturnidad y alevosía, las agotadas de escuchar que las envidian, las que portan el pin de empoderadas y vomitarían cada una de las letras de la dichosa palabra esdrújula, esas, son las que más temen las formales. Al final unas y otras, todas andamos perdidas. Las que aún no lo están, sentirán el vértigo de estar al borde el abismo en cualquier momento de su vida. Si algo he aprendido escuchando a las mujeres es que todas han estado al borde del colapso más de un centenar de veces y la mayoría de ellas, jamás han pedido ayuda.
Voy a decirlo so pena de crucifixión, las puñaladas que me he llevado en esta vida han sido todas a manos de mujeres. Pero no miento tampoco si afirmo que siempre he tenido manos femeninas para ayudarme a remontar cuando he caído.
Acostumbro a decirle a los hombres que los envidio, que admiro su capacidad simplista de pasar por la vida sin el drama añadido, que resulte tan fácil para ellos no dar su opinión, ni versión sobre absolutamente cada maldita cosa que nos ocurra. Poder mantenerse al margen en un conflicto sin analizar cada milímetro de lo que se dijo o hizo. Salir a la calle con un pantalón de chándal y ojeras y que te importe un huevo. Contestar con un monosílabo (y con suerte un emoji) al párrafo de veintitrés renglones en el que ella ha pretendido expresar hasta la más ínfima de sus emociones. No estoy siendo cínica, lo prometo, lo envidio.
Publicar este texto inocente me da un poco de miedo por si no resulta ser adecuado o feminista. Yo siempre he sido feminista, ¿se puede acaso ser otra cosa? No creo que ninguna mujer quiera menos para ella que cualquier otra persona.
Y pese a lo anteriormente expuesto, eso tan trillado y antiguo de que los hombres son de marte y las mujeres son de venus, es una realidad como un templo. Lo veo cada día, cada día...
No cambiaría ninguna de las complejidades que representa tener los cromosomas XX, hasta a la menstruación se le acaba cogiendo cariño, sobre todo en los últimos años cuando empiezas a darte cuenta que su ausencia acarreará nuevas dificultades añadidas, que vas a desbloquear nuevos niveles de locura y que ya has agotado varias vidas en las últimas pantallas. Y sin embargo...sin embargo envidio esa habitación vacía que hay en el cerebro de los hombres, ese poder refugiarse en la nada, esa mirada al vacío libre de pensamiento. Otra vez parezco una superadita que habla desde la soberbia, pero nada más lejos de la realidad, solo es que a veces resulta agotador ser mujer.
Mis amigas están locas, mi madre está loca, mis hermanas están locas, mi hija está loca, yo estoy loca, lo veo, lo noto, lo siento...y es cansado y abrumador, en ocasiones, mantenerse cuerda cuando todo anda desequilibrado, pero el resto del tiempo, cuando bailo sola mientras recojo la cocina, cuando me da el pavo (quizá más a menudo de lo que desearía) y me río a carcajadas de un chiste malo, cuando nos enviamos memes hablando de lo "piiiiii" que somos y me hincho a llorar comiéndome una tableta entera de chocolate negro mientras veo alguna mierda de peli de esas románticas que en el fondo detesto en pleno síndrome premenstrual, no vendería ninguna equis de mis cromosomas por muy buenas que fueran las apuestas de la subasta.
Comentarios
Publicar un comentario