CARTA PRIMER AMOR ( 2º PREMIO LOCAL XIII CERTAMEN LITERARIO NERJAMUJER)
Mayo 2016
Anoche soñé contigo. No
fue ninguna novedad, lo hago a menudo, aunque la media de apariciones oníricas
ha aumentado considerablemente desde que te vi la última vez en la vida real.
En el sueño rozábamos nuestros codos en la barra de un bar, tu codo derecho
junto a mi codo izquierdo, un contacto corporal imperceptible para los amigos
que nos rodeaban, pero vívidamente intenso para nosotros, que sin apenas
mirarnos, disfrutábamos cómplices del placer secreto de rozar nuestros codos.
Desperté súbitamente con el sonido impertinente de la alarma del móvil y me
llevé la mano al codo de manera instintiva, buscando tal vez la huella del
tuyo. Sentí la sangre palpitando en la zona y una lágrima fugitiva resbaló por
mi mejilla.
Debe ser la edad, la
nostalgia de aquellos años, la que te acerca a mi subconsciente con tanta
frecuencia últimamente. La semana pasada, el viernes por la noche, mientras
disfrutaba de un baño de espuma, hice una lista mental de cosas que me hubiera
gustado hacer contigo si hubiéramos tenido ocasión. Ya sabes, cuando éramos
sólo unos adolescentes engreídos que caminaban como si el suelo bajo nuestros
pies nos perteneciera, como si el pasado, el presente y el futuro, se
concentraran en aquel verano, que era nuestro sin lugar a dudas. El verano en
que a Paula le quedaron siete asignaturas y sólo podía besarse con tu amigo
Juan los sábados, ¿te acuerdas? ¡Qué mal lo pasó la pobre! No volvió a quedarle
nunca ninguna asignatura para las vacaciones, pero estoy segura de que tampoco
recibió nunca unos besos más esperados que aquellos que Juan le daba. Fue el
verano de los chupitos de manzana, de jugar a las pelis junto a la orilla, de
meternos mano en la mesa de billar abandonada del chiringuito, de contarnos la
vida entre besos salados. Teníamos el mundo para nosotros, un abanico de
posibilidades completamente abierto en el que nos imaginábamos caminando de la
mano por las calles de alguna ciudad, alguna que nos conviniese a ambos, ya
decidiríamos cual, había tanto tiempo...Nos quedaron muchas cosas por hacer, y
he aquí la lista mental que hice en la bañera de cosas que me hubiera gustado
hacer contigo alguna vez:
-COGERNOS DE LA MANO EN
EL CINE
- IR A UN PARQUE DE
ATRACCIONES Y MONTARNOS EN LA NORIA (creo que esto es por influencia de la
película "El Diario de Noah", porque si lo pienso fríamente no creo
que fuese una buena idea teniendo en cuenta que me mareo en cualquier cosa que
dé vueltas)
-COMPRAR CROISSANES (ya
puestos, en París)
-DESPERTARTE CON
COSQUILLAS
-COLARNOS EN UN CONCIERTO
-EXPLOTAR BURBUJAS DE
PAPEL DE EMBALAR
Desde luego no están
todas las cosas, pero éstas son las primeras que se me ocurrieron.
¿Te he dicho que pienso
mucho en ti últimamente? Por si no tuviera bastante con tus apariciones
estelares en sueños, también te presentas en mi mente consciente a plena luz
del día, sin nocturnidad pero con alevosía, en actos cotidianos y banales como
comprar en el supermercado o fregar los platos. El otro día metí la pata hasta
el fondo por culpa de los apuntes de filosofía de mi hija: "¡Platón es una
mierda!", la escuché exclamar desde su habitación y acudí rauda al
rescate. Hojeando sus apuntes recordé aquella noche de estrellas sin luna en
que me hablaste de la Teoría de las Ideas y de que este mundo no era más que
una copia de otro igual a éste, y cómo seguramente en aquel otro mundo original
y perfecto, estaríamos tal cual estábamos, sentados en un banco de piedra, a
punto de hacer lo mismo que íbamos a hacer en el mundo imperfecto en el cual
nos hallábamos: darnos nuestro primer beso. Perdida como estaba, en el recuerdo
de aquel primer beso tímido, preámbulo de aquellos más intensos y menos castos,
no me percaté de que había suspirado y de a que mi suspiro profundo preñado de
nostalgia precedió tu nombre, el cual dije en voz alta. No tuve más remedio que
hablarle a mi hija de ti, a ella que le cuesta comprender que la vida existía
antes de ella misma, le pareció divertido que su madre hubiera sido una
adolescente apasionada. Creo que me respeta más desde entonces.
No es la primera vez que
ha tenido que dar explicaciones sobre
ti. ¿Recuerdas aquella pulsera de hilos trenzada con los colores de la bandera
jamaicana? La que llevaste anudada a tu muñeca todo el verano, la que me diste
justo antes de marchar, cuando mis lágrimas brotaban imparables de mis ojos y
tú me decías que pronto sería otra vez verano y que llegaría un día en que ni
el mismísimo invierno podría separarnos. Pues la guardé intacta durante veinte
años, hasta que un día, cuando mi hijo
tenía apenas tres años y su mayor afición era revolver entre mis cosas, la
encontró y la cortó en varios pedazos con una tijera. Mi marido llegó a casa y
me encontró llorando con los pedazos rotos de la pulsera, —¿lloras sólo por la
pulsera?—, me preguntó, y contesté que no, —entiendo— dijo, y me besó en la
mejilla con toda la ternura de la que fue capaz. Lo quise entonces con toda mi
alma, como lo he querido siempre. Él también tuvo un primer amor. Tiré los
trozos de la pulsera a la basura, pensé que no merecía la pena guardarlos, no
los necesitaba para recordar. Cuando llegó la hora de dormir esa noche, yo no
pude hacerlo. Eran las dos de la madrugada cuando a hurtadillas me bajé de la
cama, me calcé las zapatillas, salí de casa y rebusqué en el contenedor mi propia
bolsa de basura. Por suerte no fue difícil encontrar los trozos de la pulsera.
Una vez los tuve en mi poder, regresé a la cama y dormí del tirón hasta que
sonó el despertador.
A veces me pregunto qué
habría pasado si entre un verano y otro yo no me hubiera enamorado de otra
persona. ¿Cuánto tiempo más habría
durado la magia entre tú y yo de haber seguido juntos? Separarnos fue la mejor
manera de prolongarla en el tiempo, de alimentar las mariposas que aleteaban en
mi estómago cada vez que el destino me cruzaba en tu camino. Hacía ya mucho que
no lo hacía, siete u ocho años tal vez, sí, la última vez que te vi fue el día
de la tormenta. Sólo llovió un día en todo el verano y fue el día que nos
vimos. Aún recuerdo que casi me da un pasmo cuando al girarme para ver a quién
pertenecían las manos que me habían tapado los ojos, me topé con tu sonrisa.
Recuerdo ese último encuentro breve, empapados por la lluvia de Agosto, como el
mejor de todos.
Pero he de ser sincera,
esa no fue la última vez que te vi. Acabo de verte, hace un rato apenas. Lo cierto
es que estás guapo, diría que hasta demasiado para la edad que tienes,
ilegalmente guapo. Se te ha encanecido el pelo y te has dejado perilla, me
gusta. También he visto a tu mujer, es la segunda o tercera vez que la he visto
en mi vida, también es guapa, más de lo que me gustaría admitir. Pero será
mejor que empiece por el principio antes de que me creas una acosadora.
Ya te dije al comienzo de
esta carta que anoche soñé contigo, la nostalgia infinita que me produjo esta
mañana añorar tu codo, unido a tu recuerdo, el cual me invade prácticamente a diario, hizo que
tomara una decisión. La certeza de que debía verte y contarte todo esto en
persona, se adueñó de mi mente y me llevó hasta la estación de tren, donde
compré un billete rumbo al pasado, o lo que es lo mismo, a ti, a tu ciudad, a
tu vida, la que un día se mezcló con la mía. El objetivo era fácil: verte y
contarte, contarte todo esto que ya te he contado, lo que me hiciste sentir, lo
que aún provoca en mi rememorar los instantes a tu lado. Recordarte, por si
alguna vez lo olvidaste, que fuiste mi primer amor, ese que dicen que no se
olvida, el que te estremece, el que te susurra al oído palabras de amor que por
primera vez te crees, el que te eleva, te agota, te inspira...
Cargada de entusiasmo,
con mis mejores vaqueros y los labios pintados de fucsia, he montado en el
tren. Imaginando múltiples situaciones al verte, conversaciones hipotéticas que
podrían surgir, alimentando a las mariposas de mi estómago, el viaje ha pasado
en un suspiro. Al bajar del tren y contemplar la ciudad donde respiras, los
nervios han comenzado a campar a sus anchas, pero he seguido firme el camino
hasta tu casa, decidida a hacer lo que había venido a hacer, verte y contarte.
Al menos he podido cumplir la primera parte.
He llegado a la dirección
escrita en el trozo de papel que una vez me diste bajo la lluvia. Tu casa color
albero ha aparecido ante mis ojos. La puerta se ha abierto en ese instante, una
atractiva mujer de pelo castaño y complexión menuda que he reconocido como tu
mujer, ha salido tras ella. Me he sentido la idiota más grande habitando el
planeta. La he visto marcharse con pasos de bailarina. Estaba a punto de darme
la vuelta para marcharme abatida cuando te he visto. Las mariposas se han
vuelto locas, incontrolables, mis manos han empezado a sudar , la boca se me ha
secado y mi corazón ha golpeado la caja torácica como si lo hubieran enterrado
vivo. Me he escondido tras el tronco de la jacaranda que hay frente a tu casa.
Lo has mirado, sí, lo has mirado. Te he visto mirar el árbol justo cuando me
escondía tras él, ¿me has visto? No, no lo creo. Pero yo sí he podido ver tu
cuerpo, aún atlético, entrando en la casa y cerrando la puerta tras él. Estabas
dentro y yo podría haber pegado al timbre o llamado a la puerta, o enviado un
mensaje para avisarte que estaba frente a tu casa. Me habrías invitado a un
café, yo te habría contado, nos habríamos abrazado, despedido con dos besos en
la mejilla y cerrado así este capítulo. Si esto hubiera sucedido así, tal vez
yo ya no volvería a soñar contigo en un tiempo. Pero en lugar de esto, me he
dado la vuelta y he regresado a la estación para montarme en el tren de regreso
a casa desde donde te estoy escribiendo esta carta.
Me he propuesto
enviártela, pero me temo que tampoco saque agallas para hacerlo y acabe en el
cofre azul junto a los trozos de la pulsera rota y las otras cartas que te escribí
y nunca envié.
El tren está a punto de
llegar a su destino. Cuídate, ¿vale? y sigue visitándome de vez en cuando,
aunque sólo sea en los sueños.
No te olvida,
tu primer amor.
PD: Acabo de recibir un
mensaje tuyo, aún no sé cómo interpretarlo, estoy demasiado nerviosa, las
mariposas están a punto de echar a volar, esto es lo que me has escrito:
"Te
vi tras la jacaranda. Estás loca. Me encanta. He cogido un tren"
Firmado: Afrodita Cansada
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