SUBIDÓN EN EL SUPERMERCADO (pequeñas alegrías del día a día en la mediana edad)
¿Quién no se ha venido arriba alguna vez en el supermercado? Lo importante es celebrar, lo que sea, cualquier mierda. Todas somos un poco Atenea.
[...]La compra en el supermercado resultó ser el momento más gratificante de lo que llevaba de jornada, al menos dos hombres menores de cincuenta años la habían mirado con ojos libidinosos. Al principio, Atenea pensó que con las prisas tal vez se había olvidado de ponerse el sujetador, pero no, afortunadamente sus glándulas mamarias fingían firmeza al amparo del sostén. Se miró de refilón en la columna laminada de espejos y constató satisfecha que tenía el guapo subido, se sonrió. Era fácil ser deseable a los veinte, tampoco era difícil en la treintena, pero en la década de los cuarenta la cosa cambiaba, y si bien las cuarentonas eran las nuevas treintañeras –según insistían en afirmar las bloggers, las influencers y las youtubers–, la realidad era que comenzaba a darse cuenta de su creciente invisibilidad para los hombres. Por eso, que dos hombres en edad de trabajar se fijaran cuando no llevaba más disfraz que unos vaqueros viejos y una camiseta de tirantes, una tarde en el súper, era una pequeña inyección para venirse arriba. Así que se vino arriba y compró una botella de vino bueno –es decir, con un precio superior a cuatro euros– para la cena. Su hija venía (con sorpresa) a cenar y ella aún estaba buena, había que celebrarlo. [...]
Arrabal, Vanessa. Los hombres de Atenea (Spanish Edition) (Posición en Kindle251-254). Penguin Random House Grupo Editorial España. Edición de Kindle.
Extracto del segundo capítulo de mi novela Los hombres de Atenea , que lleva por título "Los canelones y el mendigo".
Los que ya la han leído saben que Atenea tendrá un encuentro inesperado justo después, un subidón nada rutinario, y saben también que no habrá vino capaz de templarle los nervios tras la cena ( con sorpresa). Los demás, ya sabéis
https://www.amazon.es/Los-hombres-Atenea-Vanessa-Arrabal-ebook/dp/B075X3PFYN
[...]La compra en el supermercado resultó ser el momento más gratificante de lo que llevaba de jornada, al menos dos hombres menores de cincuenta años la habían mirado con ojos libidinosos. Al principio, Atenea pensó que con las prisas tal vez se había olvidado de ponerse el sujetador, pero no, afortunadamente sus glándulas mamarias fingían firmeza al amparo del sostén. Se miró de refilón en la columna laminada de espejos y constató satisfecha que tenía el guapo subido, se sonrió. Era fácil ser deseable a los veinte, tampoco era difícil en la treintena, pero en la década de los cuarenta la cosa cambiaba, y si bien las cuarentonas eran las nuevas treintañeras –según insistían en afirmar las bloggers, las influencers y las youtubers–, la realidad era que comenzaba a darse cuenta de su creciente invisibilidad para los hombres. Por eso, que dos hombres en edad de trabajar se fijaran cuando no llevaba más disfraz que unos vaqueros viejos y una camiseta de tirantes, una tarde en el súper, era una pequeña inyección para venirse arriba. Así que se vino arriba y compró una botella de vino bueno –es decir, con un precio superior a cuatro euros– para la cena. Su hija venía (con sorpresa) a cenar y ella aún estaba buena, había que celebrarlo. [...]
Arrabal, Vanessa. Los hombres de Atenea (Spanish Edition) (Posición en Kindle251-254). Penguin Random House Grupo Editorial España. Edición de Kindle.
Extracto del segundo capítulo de mi novela Los hombres de Atenea , que lleva por título "Los canelones y el mendigo".
Los que ya la han leído saben que Atenea tendrá un encuentro inesperado justo después, un subidón nada rutinario, y saben también que no habrá vino capaz de templarle los nervios tras la cena ( con sorpresa). Los demás, ya sabéis
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