Hay días que no
Luna tenía días en
que no estaba para nadie. Le jodían esos días. No era justo,
pensaba, no tenía motivos reales para sentirse así. Había
hambrunas, enfermedades raras, víctimas de violencia...ella no
padecía ninguna de esas terribles calamidades, debería sentirse
afortunada, ¿aunque el hecho de vivir en un mundo asolado por
injusticias no era acaso razón suficiente para sentirse deprimido?
Pero lo cierto era
que su propia realidad, las circunstancias que conformaban su micro
universo, eran algo más que favorables. Tenía lo que consideraba
más valioso en este mundo, una familia unida, padres, hermanos y
unos hijos maravillosos frutos de una historia de amor que perduraba
en el tiempo. ¿ No era tremendamente egoísta sentirse triste a
veces?
Había metido la
pata muchas veces, como todo el mundo, imaginaba, en el trabajo, en
el amor, en las amistades… pequeños tropezones en el camino que
configuraban el trayecto vital y de los cuales siempre se decía que
te hacían más fuerte, más sabia. Todo lo malo tiene algo bueno, a
veces, para horror de su conciencia, dudaba de que aquello fuese
cierto, ¿ y si había cosas que simplemente eran malas?
Ella encaraba cada
día optimista, intentando hacer el bien a pequeña escala. Saludaba
a todo el mundo al llegar al trabajo, siempre daba las gracias, pedía
las cosas por favor, sonreía con asiduidad y procuraba ser útil.
Pequeños detalles que creía que contaban. Si eres bueno y agradable
con los demás ellos serán así contigo. Eso se decía, pero ella
era así y a pesar de todo se había tenido que quitar algún
cuchillo de la espalda.
Por suerte para
Luna, si algún día las cosas se torcían en el trabajo, tenía a su
familia, a su marido, a sus hijos. Por supuesto que en casa también
había problemas y discusiones algunas veces, pero no eran realmente
importantes. Lo verdaderamente importante era el amor que sentían
los unos por los otros. Al menos esto, también se decía siempre.
En cada esquina, en
cada escaparate, en cada dispositivo electrónico, había siempre un
mensaje positivo. En libretas, bolsos de playa, llaveros, fundas de
móviles, en infinidad de objetos: “Vive y se feliz”, “Disfruta
el momento”, “Siempre hay un motivo para sonreír”.
Joder, pensaba Luna
a veces, ¿no era eso demasiada presión? ¿Estábamos obligados a
bendecir cada minuto del día?
Uno de esos días en
que Luna no estaba para nadie, se quedó observando un bolígrafo que
alguien le había regalado por su cumpleaños, un boli con mensaje
positivo, claro está: “ Este día es único e irrepetible,
aprovéchalo” . Nada más acabar de leerlo se sintió aún peor.
Estaba desperdiciando un día único e irrepetible sintiéndose
triste y angustiada. Comenzó a llorar. Primero de forma tímida y
silenciosa, pero poco a poco comenzó a llorar con fuerza, con rabia.
Cogió el bolígrafo, lo tiró al suelo y lo pisó hasta partirlo.
Lloró con tal intensidad que los vecinos tuvieron que cerrar las
ventanas para no oírla. Supo que no tenía ganas de ser feliz ese
maldito día y después de llorar mares y océanos, se sintió
verdaderamente bien. Expresar lo que sientes en forma de lágrimas es
una forma de liberarte de la pena. Al menos eso era lo que se decía
siempre. Maldita sea, pensó Luna, no había forma humana de salir
del circulo vicioso.
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